jueves, 3 de julio de 2014

Los jóvenes japoneses complican la lucha contra la deflación

Por Hiroko Tabuchi.
Tokio. Las monedas de Yusa Nishimura podrían estar socavando el plan económico para Japón del primer ministro Shinzo Abe.
Siempre que puede, Nishimura, de 23 años, guarda monedas de 500 yenes, que valen un poco menos de 5 dólares, en una carpeta que facilita su conteo.
El ahorro en efectivo como el de Nishimura tenía sentido en un Japón de lento crecimiento, donde durante 15 años de deflación su dinero valía más con el tiempo. Era probable que la estadía en un spa en la que planeaba derrochar se volviera más barata con el pasar del tiempo.
Sin embargo, a medida que Abe lucha para sacar a Japón de la deflación, está exhortando a los acumuladores de efectivo como Nishimura a que cambien sus mentalidades por el bien de la economía, y también por el propio bien.
Nishimura, como muchos japoneses, no está convencida. "Nunca he experimentado inflación. No me parece real", dijo Nishimura, quien trabaja en una empresa de tecnología en Kobe.
El resultado de esta incertidumbre podría ser una recuperación económica vacilante en Japón, que ha experimentado una especie de resurgimiento bajo Abe.
Datos recientes señalan un crecimiento económico débil en el cuarto trimestre. El gobierno dijo que la economía había crecido incluso más lentamente de lo que calculaba, sólo un 0.7 por ciento anualizado, afectada por un gasto de consumo menor al esperado.
Si más gente esperara un futuro de precios y salarios en aumento, dicta la lógica de Abe, gastaría ahora antes de que los bienes se encarecieran. Para mantenerse adelante del alza en precios, también pondría su dinero en inversiones de mayor rendimiento. Las compañías, confiando en una nueva era de ventas y ganancias más altas, elevarían precios y salarios.
Un gran obstáculo en el trayecto de Japón, dice Abe, han sido las actitudes arraigadas. "No es fácil alterar una mentalidad de deflación que existe hace 15 años", dijo.
En Japón, los precios generales no han aumentado desde fines de los 90. Una Big Mac aún cuesta casi lo mismo que en 1998: alrededor de 300 yenes, o casi 3 dólares. El precio de otra oferta popular de comida rápida (el tazón de carne vacuna y arroz de la cadena de restaurantes Yoshinoya) ha caído de 400 yenes a fines de los 90 a 280 yenes en la actualidad. Los ingresos del trabajador promedio también han bajado.
Abe ha emprendido políticas agresivas anti deflación. Su primera medida, que duplicó el dinero en circulación, ya ha elevado los precios porque debilitó al yen y aumentó el costo de la energía y la importación de alimentos.
El lento progreso para vencer la deflación refleja las dificultades de superar expectativas y conductas arraigadas, sobre todo entre los japoneses más jóvenes que nunca han experimentado un alza en precios, dijo Taro Saito, economista titular en el NLI Research Institute, en Tokio.
Las generaciones mayores aún recuerdan las crisis del petróleo de los 70, que dispararon los precios al consumidor, así como la burbuja de activos del país en los 80.
También recuerdan cómo Japón cayó en la deflación después de que su burbuja económica estallara a principios de los 90.
Un sondeo gubernamental de hogares el año pasado resaltó las marcadas disparidades intergeneracionales: los hogares encabezados por gente de entre 60 y 69 años aumentaron el gasto en un 2.7 por ciento, mientras que los hogares con gente menor de 30 años a la cabeza gastaron 0.8 por ciento menos.
Algunos economistas comienzan a preguntarse si los obstáculos para superar la deflación son responsabilidad de las políticas de Abe o de los consumidores.
En la tienda de ramen Manrai, una institución en Tokio preciada por los residentes por su caldo de cerdo, y su eterno compromiso con los precios más bajos, hubo consternación cuando los precios aumentaron hace poco por primera vez en más de dos décadas, de 200 yenes a 250.
Manrai subió los precios no porque tuviera confianza en ventas futuras, sino porque se vio presionado por costos más altos. En lugar de disparar un resurgimiento económico, esta inflación "de costos", como le llaman los economistas, podría convertirse en una amenaza creciente para los japoneses aferrados a una mentalidad deflacionaria. Podrían ver erosionados sus ahorros, advirtió Yukio Sakurai, analista del sector de vivienda en Tokio.
Y las decisiones que tenían sentido bajo la deflación (alquilar, por ejemplo, en lugar de comprar) podrían agobiarlos si los costos crecen y excluirlos de cualquier beneficio de una economía más fuerte.
"Los japoneses más jóvenes necesitan cambiar su mentalidad ahora, o se quedarán rezagados", dijo Sakurai. "Les vendría bien hablar con sus padres y abuelos".